El Sínodo sobre la Sinodalidad: el encuentro de los encuentros

Participantes en la asamblea del Sínodo de los obispos se reúnen para una sesión el 25 de octubre de 2023 en la Vaticana. (CNS photo/Vatican Media)

Como bien saben quienes tienen acceso a las redes sociales católicas, el Papa se reunirá este mes con los obispos, sacerdotes, religiosos y representantes laicos de todo el mundo en lo que ha sido designado como la primera fase del Sínodo sobre la Sinodalidad. Se nos informó que la segunda fase se llevará a cabo el próximo año alrededor de esta misma fecha. Muchos de ustedes me expresaron la semana pasada sus preocupaciones y observaciones sobre los primeros acontecimientos sucedidos en Roma. Comparto también la confusión de ustedes debido a lo que se ha presentado, así como a la novedad de que la participación no está limitada exclusivamente a los obispos. La gracia de ordenación de los obispos comprende las tres funciones principales (munera) de enseñar, gobernar y santificar la Iglesia. El aspecto nuevo de este enfoque es que la reunión inicial se trata más bien de escuchar para que podamos desarrollar nuestra manera e identidad como Iglesia.

Acogemos muy bien este esfuerzo y consideramos que es un proyecto que debe emprender toda la Iglesia, especialmente luego de haber pasado casi sesenta años desde la conclusión del Concilio Vaticano II, que inició un período de renovación y desarrollo en la vida de la Iglesia en las áreas de la liturgia, la pastoral, la vida familiar, la teología y la doctrina sacramental. Los pontificados de cada Papa posterior al Concilio, que incluyen a San Pablo VI, Juan Pablo I, San Juan Pablo II y Benedicto XVI, han contribuido a esta renovación a través de las encíclicas, las exhortaciones y las homilías. El Papa Francisco se ha pronunciado acerca de estos acontecimientos y enfatiza la importancia de escuchar como una actividad identificable de toda la Iglesia.

Esta acción de escuchar tiene dos aspectos: en primer lugar, escuchar a Cristo a través de la Gracia del Espíritu Santo y, en segundo lugar, escuchar a todo el Pueblo de Dios, al clero, a los religiosos y a los laicos, pues cada uno de ellos ofrece ideas sobre la auténtica fe vivida, así como sobre la necesidad de una conversión continua y una comprensión más profunda de la verdad revelada plenamente en Jesucristo. Para que podamos apreciar esta doble actividad de escucha que exige el proceso sinodal, los invito a revisar el Informe de Síntesis Diocesano que resume nuestra propia participación y contribución al proceso sinodal de escucha al Espíritu Santo y de unos a otros. Este informe se puede encontrar en la página web de la Diócesis. El mismo describe cómo 3,311 personas participaron en ciento doce sesiones de escucha celebradas a través de toda la Diócesis, de acuerdo con las expectativas establecidas por la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB, por siglas en inglés) para esa fase del Sínodo. Estas sesiones de escucha se llevaron a cabo en inglés, español, vietnamita y ASL (lenguaje de señas americano). Lo más importante es que cada sesión, incluida la sesión de escucha diocesana, comenzó con oración, adoración eucarística o Misa.

Todos nosotros, como miembros bautizados de la Iglesia Católica, debemos comenzar por escuchar. Es fundamental que iniciemos nuestra escucha de Cristo en Sus palabras habladas, que encontramos en los Evangelios, y en la Palabra de Dios proclamada en toda la Sagrada Escritura. Es importante que sigamos escuchando el auténtico Magisterio de la Iglesia sobre la fe y la moral constituido a través de casi dos mil años y que se ha desarrollado para articular una comprensión más profunda de la Revelación de Cristo. Esto es particularmente cierto en lo que respecta a la naturaleza de la persona humana como miembro de una familia, de la sociedad y de la Iglesia. Si comenzamos a escuchar de esta manera, podremos escucharnos y comprendernos mejor y, al escucharnos unos a otros, llegaremos a comprender con mayor profundidad y claridad la Palabra de Dios y la doctrina auténtica de la Iglesia.

Algunos perciben erróneamente que escuchar implica una especie de exigencia de que Dios ratifique los deseos desordenados de lo que no es posible que sea bendecido. Si intentamos este tipo de escucha sin verdaderamente escuchar primero, acompañados del Espíritu Santo, la verdad de las propias palabras de Cristo, hablaremos más de lo que escucharemos en nuestro peregrinar en la vida de la Iglesia y, al mismo tiempo, nos volveremos miserablemente indiferentes a los Diez Mandamientos y al mensaje pleno de Cristo. El Espíritu Santo no puede contradecirse respecto a estos elementos; y de ninguna manera debemos exigirle al Espíritu Santo que lo haga.